Primeramente, debemos de definir en qué consisten las frutas secas, para no confundirlas con frutos secos, ya que suenan muy parecidos y se pueden consumir mezclados, son diferentes.

Las frutas secas son las que se han sometidas a una desecación para conservarlas comestibles por un largo periodo de tiempo, es decir, que son frutas normales, pero que por medio de un proceso industrial o un método casero de desecación. Para consumirse, pueden rehidratarse o usarse en seco.

La diferencia que podemos encontrar entre los frutos secos y las frutas secas son realmente importantes, hablamos tanto en su composición nutricional sino también en sus características culinarias.

Podemos diferenciar dos tipos de frutas secas, la primera son conocidas como las rutas de la vid, pasas, corintos y sultanas. La segunda categoría se conoce como fruta seca del árbol, y disponemos de una amplia selección. Dentro de esta, se pueden diferenciar dos, ‘la fruta evaporada’, que incluye albaricoques, melocotones, manzanas y peras secas. La otra, como ‘otra fruta’, como higos, plátanos y dátiles secos.

Las frutas secas tienen multitud de beneficios, ya que al secarse se concentran al máximo sus elementos. La fruta seca contiene vitamina D o E, además de, vitaminas A, B1, B2, B3, B5, y B6. Por otro lado, contienen minerales, como el calcio, sodio, potasio, fósforo y magnesio, siendo ideales para obtener todo el aporte mineral que necesitamos al cabo del día.

El consumo de frutas secas ayuda a aliviar problemas de anemia, estreñimiento o desórdenes en la piel. Por otro lado, podemos tener fruta de una temporada en concreto en cualquier época del año.

Desde Biomilanés recomendamos el consumo de fruta seca, y que al mismo tiempo, la incluyas a tu dieta, por sus beneficios, porque vas a tener fruta en toda las épocas y porque son fáciles de transportar, ideales para llevártelas a cualquier lugar y disfrutar de la fruta.